La historia de este lugar comenzó el 26 de agosto de 1889, fecha
en la cual el teniente coronel Alfredo Froilán de Urquiza (nieto del
vencedor de la Batalla de Caseros) contrae matrimonio con Lucila
Marcelina Anchorena Aguirre, que a su vez provenía de una familia
vinculada a Juan M. de Rosas (vencido en la batalla mencionada).
Entre los bienes que aportó Lucila había una importante porción
de tierra ubicada en Olivos que le había dado su hermano Nicolás.
En 1911 cuando nació Eloísa Josefina Urquiza Anchorena (última
hija del matrimonio), Alfredo y Lucila toman la decisión de construir
un palacio con jardín y cuatro plantas. La quinta se llamó La Lucila.
La obra estuvo a cargo del arquitecto francés Paul Pater, que fue el
que ideó el Palacio Ortiz Basualdo (hoy es la embajada de Francia)
finalizó en 1916, y para su inauguración se realizó en sus salones la
boda de la hija mayor del matrimonio, María Lucila Anchorena Urquiza
con el diplomático y abogado argentino Vicente Quesada de Pacheco.
Además, los invitados pudieron admirar el sistema de teléfonos internos,
la pileta, las terrazas de mármol, entre otras cosas. De igual manera, la
dueña de casa quien tuvo doce hijos, lamentablemente no pudo disfrutar
mucho de la mansión, ya que murió el 20 de junio de 1917 con tan solo
cincuenta años de edad y dos días después que nació su primera nieta.
Incluso, al aprovechar la extraordinaria vista que había desde la barranca,
el proyectista diseñó una residencia, en la cual sobresalía el cuerpo central
de base semicircular que tenía una terraza en el primer nivel, coronado con
un mirador desde el cual se podía mirar la costa de Uruguay y una cúpula.
Ya en 1932, el viudo decide donar una fracción al ferrocarril para que se
instale una estación que, según lo solicitó, sería un homenaje a su mujer.
La estación se llamó La Lucila y se inauguró el 10 de noviembre de 1933.
Lamentablemente, la casona fue demolida en 1942, seis años después
de la muerte de Alfredo Froilán (Tata Mío para sus nietos). Tiempo más
tarde, algunos vecinos del lugar se deciden por comprar unas tierras en
la costa atlántica y al balneario lo denominaron como La Lucila del Mar.
Sin embargo, hoy apenas quedan algunos escasos restos de La Lucila,
que se levantara en las calles Andrés Ferreyra y Debenedetti, entre ellos
una parte de la inmensa escalinata que bajaba por la barranca, desde la
cual se pueden ver las vías del Tren de la Costa y un portón de acceso.
Finalmente, le agradezco al Monumento Histórico Archivo Documental
Fotográfico por el material aportado para hacer este artículo y también
a ustedes lectores. Espero hayan conocido algo más sobre este lugar
que fue tan determinante para la historia de nuestro querido partido.
Octavio Arrosamena Daners
Redactor y editor de artículos
octavioarrosamena@hotmail.com
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